PSICOGENEALOGÍA - 1era Parte
Mientras no son reconocidas, un conjunto de dinámicas hasta hace unos cuantos años ignoradas gobiernan el curso de la vida de las personas disfrazadas hábilmente de destino.
Cada persona es un único, completo, bello y complejo universo producto de sus decisiones, experiencias, impresiones, creencias. Un resumen dinámico y viviente de sus propios sentimientos, pensamientos, intenciones y acciones, y por supuesto también una versión condensada del gran árbol de la vida de su clan de origen que tanto a nivel genético como metagenético la influye intensamente. Descubrir esas influencias es un trabajo sanador y de enorme provecho tanto para la rama que crece como para el resto del conjunto.
Todo es producto del amor
El amor tiene muchas formas y variadas manifestaciones. Tiene muchos matices, tonos, temperaturas. Tiene muchas texturas y colores. Tiene muchos nombres y muchos rostros y huellas. El amor tiene muchas manos, luces y sombras. Tiene muchas memorias. Así, gracias a la discreta acción del amor, se hereda de los antepasados bastante más que aquello que es simplemente visible… Al comienzo se suele hablar del azar, la suerte y la casualidad. A medida que el tiempo pasa y la conciencia cumple con su propósito al experimentarse y reconocerse a través del mundo, esas precarias palabras dan paso al término causalidad. Aún entonces un escalón más se insinúa: la sincronicidad: un perfecto collar de preciosas y relucientes perlas que se hilvanan con una notable precisión que casi excluye la comprensión hasta del más nítido raciocinio, salvo el de aquel que permanece informado y muy atento. Notorio o no, todo lo que sucede tiene un sentido inmediato que cumple a su vez con un propósito mayor perfectamente definido. El nacimiento de un individuo en el seno de una familia es quizás la más misteriosa de aquellas perlas de la sincronicidad. Siempre tiene un sentido y un noble propósito.
El sistema familiar
Como casi todo sistema, las familias también poseen jerarquías, funciones, reglas, leyes y fronteras (límites). Pertenecer a un clan determinado conlleva ocupar un lugar específico con implicancias en los más diversos aspectos. Por una parte se heredarán derechos, cualidades y características. Permisos y posibilidades. Aptitudes, recursos. Se recibirá un cierto amparo. Por otra parte, para ganar y sostener el derecho de pertenencia, será necesario cumplir con determinados requerimientos y condiciones. Respetar ciertas reglas, cumplir algunas expectativas. Adecuarse y adaptarse al sistema receptor y a sus formas. Se podría resumir al pensar que la pertenencia a una familia aporta y otorga derechos y de alguna manera impone algunas obligaciones. Aun así estos parámetros no son solamente aquellos explicitados mediante la educación o el trato cotidiano, en las normas de convivencia familiar, sino que también emanan de la remota y discreta profundidad de las raíces que fundan el árbol del clan y le dan firmeza sobre la tierra. El humano es por naturaleza un ser social, gregario. El sentido de pertenencia es fuerte porque indirectamente garantiza la supervivencia de cada individuo: ningún ser humano sobrevive en soledad al nacer. Necesita cuidados y afecto. Necesita alimentación, abrigo, aseo y fundamentalmente amor. Ningún pequeño sobrevive sin amor. El amor se manifestará como inclusión, aceptación, contención, amparo, cuidado, consideración, nutrición, abrigo, cariño y muchas otras formas de distinta relevancia, pero siempre será la esencia indispensable para el bienestar de cualquier retoño. El requisito de ser visto, reconocido, aceptado, integrado e incluido para entonces ser receptor de cuidado, nutrición, protección y amparo (los derechos) es el fundamento de la necesidad de aceptación de las obligaciones implícitas en el sutil contrato del individuo para con su clan receptor. El motivo: garantizar su supervivencia y bienestar o, cuando menos, aumentar ampliamente sus posibilidades. En una medida diferente se observan estas dinámicas en funcionamiento en círculos mayores, como las distintas culturas, civilizaciones o sociedades, pero el propósito es siempre el mismo: ampliar y sostener las posibilidades de sobrevivir.
El sentido
Para llegar a ser, todo lo que existe tuvo primero un sentido. El sentido o la necesidad de una cosa es siempre anterior a la existencia de la cosa. Se puede afirmar que existe el lenguaje porque se necesita para la comunicación. Existen los números porque es necesario medir y contabilizar y son un medio adecuado para ello. Existen las rutas porque se viaja. El sentido de la cosa es entonces el verdadero origen de la cosa y eso es exactamente igual en las personas. Al trasladar estos conceptos a los individuos se comprende fácilmente que el nacimiento de una persona en una familia también se apoya en una compleja red de sentidos entretejidos perfectamente, sean estos evidentes o no. El sentido de una persona es a su vez la clave para ser considerada e incluida en el clan, en la familia: algo así como su función o su rol en el grupo. Aquello que se espera que haga. Se denomina proyecto-sentido, y puede entenderse como el conjunto de parámetros y programas inconscientes que determinan las cualidades de una persona en su entorno, su función, su lugar, sus pautas y ciertas características; condiciona su comportamiento y libertades y define mucho de sí. Es una suerte de paquete de información que se modela en forma inconsciente aun antes de la gestación y del nacimiento del receptor.
Desde la gestación hasta el nacimiento es fundamentalmente la madre quien carga la mayoría de los parámetros del proyecto-sentido al hijo, pero ya desde nueve meses antes de la concepción el padre define parámetros que serán cargados al futuro embrión. Desde el nacimiento hasta nueve meses después, fecha que se conoce como punto de proyección, ambos progenitores descargan programas al hijo. Estos parámetros y condicionamientos son articulados en forma inconsciente. Se trata de programas que surgen principalmente de las expectativas que se proyectan hacia el proyecto de hijo, de las necesidades presentes en los progenitores y/o en el clan, y de los asuntos pendientes más emergentes. Además de delinear sus cualidades, la cantidad y características de estos programas determinan el tono vital del individuo, que es la sumatoria de permisos, garantías, libertades, habilitaciones, reconocimiento, aceptación, aprobación, energía vital, autoconfianza, seguridad, etcétera, con que cuenta, y que recibe principalmente de su proyecto-sentido como también de su experiencia durante los primeros años de vida. Un esquema que delimita aquello que se supone que puede y que no puede hacer, aquello que se espera que manifieste, exprese, resuelva, logre, continúe o complete. El lugar que le pertenece y el modo de ocuparlo. La larga y sutil lista de definiciones de cargo, función y responsabilidades en la empresa-familia. Muchas personas que tienen poca energía vital u otros tipos de condicionamientos encuentran liberación y sanación al analizar y concientizar su proyecto-sentido: cuál fue el motivo por el cual fueron concebidas. Quién lo deseaba y quién quizás no. Qué se esperaba que hiciera con su vida. Qué expectativas cargan sobre la intención de su nacimiento. Qué condiciones imperaban al momento de su concepción. Qué momento se vivía entonces en el clan familiar.
Continuará...
Centro Atanor quiere recordarte que ninguna terapia complementaria es o será sustituto del o los tratamientos médicos y/o de cualquier profesional de la salud, que recibas. Allí radica el significado del término complementario.